ROPA Y CALZADO:
Dentro de los residuos domésticos que se generan en los hogares, hay una fracción, algo olvidada, pero no por ello menos importante, que es la de los residuos textiles.
A nivel mundial, según un estudio de la Fundación Ellen MacArthur, la generación de prendas textiles se ha duplicado de 2000 a 2015, y se ha pasado de aproximadamente 50 mil millones de toneladas de ropa a 100 mil millones de toneladas, y se estima que va a seguir incrementándose. Además, es destacable que, no solo aumenta la producción de prendas textiles, sino que se ha instaurado la cultura “fast fashion”, que se refiere a que se consumen prendas fabricadas de forma rápida y a un bajo coste. Estas prendas son cada vez de peor calidad en cuanto a sus materias primas, lo que dificulta su futuro reciclaje, debido a las mezclas de materiales (fibras) utilizados en las mismas, y a la vez, son utilizadas un menor número de veces, lo que genera un aumento de su desecho. ¿Cómo deberíamos tratar de forma adecuada los residuos textiles que generamos? Para alcanzar una adecuada gestión de residuos (tanto textiles como no textiles) deberíamos construir, conforme al principio de jerarquía, una pirámide cuya base sería la prevención, es decir, consumo responsable y ecodiseño de productos. En un siguiente nivel la preparación para la reutilización y el reciclado, y en el vértice, la valorización energética y la eliminación. Sin embargo, en España, lo que tenemos es una pirámide invertida, con datos alarmantes: prácticamente el 80-90% de los residuos textiles que generamos van a vertedero, y tan solo un 10-20 % se deposita en los contenedores, para su reciclaje o reutilización. Resulta preciso incidir en la concienciación del ciudadano hacia un consumo responsable, contrario a la actual cultura del “usar y tirar”, basado en la prevención del la generación del residuo, y una mayor utilización del producto, esto es, comprar menos ropa y que esta sea de mejor calidad, priorizando aquella confeccionada con materias primas naturales, frente a las fibras sintéticas, difíciles de reciclar. El siguiente paso sería destinar la ropa a su reutilización, en primer lugar, entregándola a otras personas de nuestro entorno (familiares o amigos), o a entidades sin ánimo de lucro que la destinarán a personas necesitadas o, en su defecto, a empresas gestoras de residuos, a través de los contenedores que nos encontramos en la vía pública o en los puntos limpios. Estos gestores las clasificarán y venderán en el mercado de segunda mano, bien nacional o internacional. Este último es ahora el más extendido, aunque se prevé que a medio-largo plazo irá disminuyendo la demanda de estas prendas en los países en vías de desarrollo. Cuando la ropa o calzado no es reutilizable, los gestores autorizados proceden a su reciclaje, vendiendo las diferentes materias primas secundarias obtenidas a otras empresas, para diferentes usos, como creación de trapos de limpieza, material aislante o para rellenos utilizados en el sector del automóvil u otros. Actualmente es importante la investigación en el uso de residuos textiles como futuros materiales de construcción más sostenibles y eficientes, por sus buenas prestaciones térmicas y acústicas. En otros casos, su destino será la valorización energética, como combustible y, por último, cuando no son viables las posibilidades anteriores, su destino será el depósito en vertedero. Próximos pasos. De conforrmidad con la establecido en la disposición final séptima de la Ley 7/2022, de 8 de abril, de residuos y suelos contaminados para una economía circular, reglamentariamente, en el plazo máximo de tres años desde la entrada en vigor de esta ley, se desarrollarán regímenes de responsabilidad ampliada del productor para los textiles.
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